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Castillo de Naipes

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Ana y los Catorce Caballeros:

CAPÍTULO DOS:

Castillo de Naipes: La creatividad Mata.





Siete días después, en Caracas (7:50 AM):

El sonido de una vieja radio se dejó escuchar entre las paredes de un anticuado edificio de cuatro pisos, que los bomberos de la capital declararon como inhabitable, tras la extraña tormenta que azotó la ciudad de Caracas hacía una semana:

-Y en otras noticias, los científicos del IVIC y los expertos internacionales, aún no encuentran una explicación a los eventos ocurridos el pasado martes. Mientras tanto, ciudadanos de todas partes de Venezuela, visitan la capital para ver la plaza La Candelaria; que hasta el día de hoy permanece completamente congelada y custodiada por los cuerpos de seguridad. Los funcionarios de la Policia Metropolitana acordonaron la zona para evitar el acceso de grupos de turistas y curiosos que impidan el trabajo de los expertos. Dijo la locutora de noticias radiales con su típico tono neutral.

-Pasando a los titulares de prensa -continuó una voz masculina-, el diario Universal anuncia:"Gobierno no Encuentra Explicación a Tormenta de Nieve en Centro de Caracas"; el diario Nacional publica:"DISIP Sospecha Uso de Explosivos en Sucesos del Martes Pasado"; el Ultimas Noticias declara:"La CIA niega por Tercera vez 'Mano Pelúa' en Tormenta en Caracas"...

-¿Qué fue lo que dijeron?. Preguntó Dokho mirando a Shion con interés, ya que no entendía el español de los locutores.

-Nada nuevo para nosotros. Respondió Shion con un dejo de decepción en su voz, justo antes de beber un sorbo de té.

Dokho suspiró de forma sonora al escuchar esto. Ni él ni el resto de los caballeros dorados habían encontrado alguna pista relacionada con sus nuevos enemigos, desde que llegaron a la ciudad rastreando los cosmos de Mu, Aioros y Shura. A pesar de que habian transcurrido siete días desde que los hallaron en este lugar que acogieron como su hogar temporal, el caballero de Libra aún no podía creer el hecho de que los tres estuvieran con vida, tomando en cuenta que Aioros y el resto pelearon sin armaduras y usando un cosmos que estaba por debajo de su nivel normal. Cualquiera hubiera pensado que eso había sido suerte o que la dulce mano de Athenea había protegido a esos tres durante la batalla; pero para alguien que había vivido por más de doscientos cuarenta años como Dokho, algo en este afortunado evento no le convencía:

-Disculpa ¿dijiste algo?. Preguntó Dokho luego de escuchar un sonido parecido a la voz de mejor amigo.

-Sí, te pregunté si tú, Máscara Mortal y Afrodita, encontraron algo nuevo durante la ronda nocturna. Le respondió Shion con una sonrisa.

-No, no encontramos nada-gruñó Dokho al recordar a sus "amables" compañeros de ronda-; al igual que ayer, anteayer y lo que ha sido esta semana. Dijo él suspirando nuevamente..

-Los dioses son así, amigo mío -dijo Shion teniendo en cuenta la experiencia que tuvo él durante la Guerra Santa que ocurrió hace más de 200 años-; nunca puedes saber de ellos hasta que el destino decida cuando encontrarlos.

-O hasta que la voluntad de los mismos dioses que perseguimos lo decidan- continuó Dokho tras probar su bebida-, porque pareciera que están jugando a las escondidas con nosotros: primero nos provocan y luego desaparecen sin dejar rastro. Dijo Dokho pensativo.

-Tal vez se esconden de nosotros por alguna buena razón. Continuó Shion con una media sonrisa.

-En realidad me sorprende que mantengas esa hipótesis, a pesar de que hemos registrado cada rincón de esta ciudad desde nuestra llegada, sin encontrar absolutamente nada. Le dijo Dokho con el ceño fruncido.

-No es una hipótesis, es una corazonada. Dijo Shion con certeza.

-Ja, pues tú corazonada está impacientando a tus hombres y a mi. Comentó Dokho por lo bajo, divertido por la idea de que el Gran Patriarca de Athena se estuviera dejando llevar por una simple corazonada.

Al percibir el silencio que se generó en el ambiente luego de su comentario, Dokho supo que había delatando sin querer a sus camaradas. No esperaba que su poderosa voz, tan distinta de la que tenía cuando era el Anciano Maestro, dejara colar algo tan delicado como es el tema de la moral del grupo en un momento tan inoportuno; sin embargo, supuso que ya que había surgido el tema, lo mejor que podía hacer era dar la cara y terminar con lo que comenzó sin querer:

-¿Ah sí?¿Y puedo saber por que?. Preguntó Shion arqueando un punto de su frente.

Dokho se extrañó cuando notó que la expresión del lemuriano no indicaba sorpresa alguna; de hecho, parecía muy interesado en el tema (demasiado para su gusto), pero supuso que la integridad del grupo era un asunto de preocupación para cualquier líder que se respetara. Además de esto, Dokho vio que, si era llevada correctamente, esta conversación podría ser una oportunidad para hablar con su viejo amigo en serio, y abrirle los ojos en cuanto al asunto de quedarse en la ciudad indefinidamente y someter a los caballeros dorados a una búsqueda infructuosa:

-Los hombres sienten que están perdiendo su tiempo en este lugar, amigo mío-dijo él con tono suave-; son jóvenes e impulsivos, y sienten que sus energías están siendo malgastadas en esta ciudad.

-¿Eso es todo?. Preguntó Shion sabiendo que esa no era toda la verdad.

-Detestan este lugar y las condiciones a las cuáles están obligados a vivir por culpa de la misión: el edificio donde viven está destrozado, los pasillos están sucios y repletos de escombros. Y detestan vivir y dormir juntos, cuando en el pasado, cada quien tenía su vida alejada de otro y sus caminos sólo coincidían cuando la situación lo ameritaba. Dijo Dohko con el mismo tono de voz.

El lemuriano iba a decir algo al respecto, pero Dohko lo interrumpió a los pocos segundos de haber hecho una pausa:

-Pero por sobre todas las cosas, quieren volver a sentir el cosmos de Nuestra Señora antes de perder la vida nuevamente.

-Yo también deseo eso, Dohko-explicó Shion con un dejo de tristeza en su voz-. Pero no podemos ir con Athena sin tener algo que explique nuestra existencia... simplemente está prohibido, por el bien de Nuestra Señora.

-Sí, lo sé. Dijo Dohko poco convencido de sus propias palabras.

-Me alegra haber escuchado eso Dohko, le hallaré solución lo más pronto posible... pero... ¿Estás seguro de que eso era todo lo que tenías que decirme?. Preguntó Shion con una sonrisa forzada.

-Ah bueno, tienes razón en eso, hay algo importante que olvidé decirte: se acabó el jabón. Contestó Dokho a tono de broma y encogiéndose de hombros.

El lemuriano movió la cabeza de forma reprobatoria debido a que el chiste no le hizo gracia alguna. Tomó un sorbo de té con su típica elegancia, y mientras miraba el contenido de la taza, comenzó a pensar sobre el tema que le planteó Dohko: el lemuriano detestaba que sus subordinados cuestionaran sus decisiones e hicieran las cosas a regañadientes. Y si algo le habia enseñado la experiencia que obtuvo como caballero dorado y como Gran Patriarca de la Orden de Athenea, era que la moral de las tropas era un punto clave para el éxito de cualquier misión. Y por lo visto, la prohibición de ir en busca de la diosa Athena para protegerla de estos nuevos enemigos, estaba afectando la moral de sus hombres; y posiblemente, también estaba afectando su lugar como jefe del grupo.

En igual mendida, la credibilidad de un lider era algo muy importante a la hora de dar órdenes, y lo menos que Shion deseaba en estos momentos era tener a un grupo de caballeros dorados rebeldes que cuestionaran su liderazgo. Consideró hablar con ellos durante el desayuno, pero una tropa como la suya, conformada en su mayoría por jovencitos impulsivos e impacientes que solo lo conocieron como Patriarca en su niñez, jamás entenderían sus motivos para seguir buscando a los dioses del Viento en Caracas. En especial si cierta persona estaba conviviendo entre ellos, como si sus pecados hubieran sido perdonados completamente por aquellos a quienes les hizo daño. Porque aunque Shion quisiera negarlo, para bien o para mal, Saga de Géminis constituía en la cabeza de los caballeros más jóvenes, el único líder que tuvieron luego de la supuesta muerte del lemuriano, y eso Shion tenia que remediarlo si quería prevalecer en el grupo como el líder que era:

-Dokho...-comenzó a decir Shion con tono serio- levanta a los hombres y ordena lo siguiente en mi nombre: que Kanon, Afrodita y Máscara Mortal se encarguen de reparar los pisos destrozados, para así distribuir las habitaciones como dormitorios temporales. Que Saga, Camus y Aioria seleccionen los escombros para ser reutilizados en la reparación del edificio. Milo y Shaka se encargarán de la limpieza del edificio, mientras que Aldebarán se encargará de la cocina por el día de hoy; en cuanto a tí...

-¿En cuánto a mi que?. Preguntó Dokho arqueando una ceja.

-Comprarás el jabón con el dinero que conseguimos hace tres días. Dijo Shion con una sonrisa.

-¡Eso suena como un castigo!- exclamó Dokho indignado -Y sabes perfectamente que mi intención no fue molestarte. Sólo pensé que si sabías como se sentían los hombre reconsiderarías tu postura en cuanto a permanecer aquí -y luego de pensarlo un momento añadió-; además ¿Vas a perder un día completo de guardía por unos simples comentarios?.

-No estoy castigándolos, amigo mío; sólo estoy inculcando mi vieja disciplina -respondió Shion con una sonrisa cínica-. Y no te preocupes por la guardia, después de todo no han encontrado nada en días, y sería mucha mala suerte que pasara algo el día de hoy.

-¿Ah si? En cualquier caso ¿Por qué tu mejor amigo va a ser disciplinado como si fuera un niñato de dieciocho años?. Preguntó Dokho sarcástico y con los brazos cruzados.

-Por dos razones importantes, Dokho: la primera, es que necesitamos catorce barras de jabón -respondió Shion sonriente-; y la segunda razón (que es la más importante, según mi punto de vista) es que me da mucho asco compartir mis cosas personales con los demás, sobretodo si dejan sus vellos pegados a algo que voy a restregar sobre mis partes íntimas. Así que, trae jabón para todos y asegúrate que cada quien lo pida a su gusto. Dijo él haciendo un gesto con la mano.

Dokho iba a quejarse por esa obvia evasiva a su reclamo, pero fue interrumpido por Shion, quien se dirigió a él con una sonrisa cínica:

-Que el mío sea de lavanda.

Después de mirar a su mejor amigo a los ojos y asegurarse que no estaba bromeando, Dohko se levantó del sillón para ir de mala gana hacia la la puerta principal del apartamento con el objetivo de cumplir las órdenes de su mejor amigo. El lemuriano miró esta escena divertido, estuvo tentado a señalarle que aquellas acciones no solo servirían para disciplinar al grupo sino que también mejorarían su actual vivienda; pero como no podía darse el lujo de tener favoritismos con nadie y mucho menos permitir malcriadeces de sus subordinados, añadió lo siguiente:

-Dokho, no te olvides de llevar la taza de té de tu Patriarca a la cocina. Dijo él alzando su taza para que Dokho la recogiera.



Y en algún punto del centro de Caracas (9:20 AM):

Los rumores de la llegada de ciertos rubros de importancia al supermercado Unicasa, ubicado enla Avenida Urdaneta eran ciertos, y Ana fue una de las privilegiadas que consiguió hacerse aceite de maíz, leche, azúcar y café para su alacena. Caminaba satisfecha por el pasillo del supermercado, arrastrando el carrito con tranquilidad y observando atentamente los precios del resto de los artículos que eran de su interés. Aunque a decir verdad, no tenía mucho de donde escoger, ya que el extraño fenómeno metereológico que afectó Caracas el martes pasado, hizo que la gente comprara de forma compulsiva, por temor a que aquello se repitiera con mayor intensidad.

Luego de recorrer la mitad de los pasillos, Ana decidió comprar sólo lo que estaba dentro de su presupuesto, con el objetivo de llevar un mayor número de productos a la casa. Eligió con cuidado las cosas que le interesaba; pero para su pesar, sólo pudo conseguir diez productos que cabrían perfectamente en dos bolsas plásticas de tamaño medio. Aquello hizo que la mujer maldijera mentalmente la inflación del país, a los dueños del supermercado y a su dependencia de la mesada de sus padres, que vergonzosamente se había prolongado hasta el día de hoy, teniendo ella ventitrés años de edad, y de la que aspiraba liberarse algún día muy lejano cuando consiguiera su título universitario.

Mientras caminaba, algo ubicado al fondo del pasillo cuatro (destinado a las galletas, bombones, chocolates y golosinas de todo tipo) llamó su atención: era una mesita de plástico, coquetamente decorada con un pulcro mantel de color blanco que se extendía hasta el piso. A medida que Ana se acercaba a ella pudo notar que los bordes del mantel estaban decorados con puntillas del mismo color. Sobre él, habian tres cestas rectangulares llenas de flores de color púrpura, que rodeaban otra cesta de forma circular y que era el centro de mesa de lo que parecía ser un llamativo stand.

El penetrante olor a galletas recién horneadas, le indicó a la joven lo que habia en el interior de la cesta circular, así que se acercó al stand mirando el cartel de color crema que se ubicaba detrás de los arreglos florales, para ver el cual era el precio de las galletas.

"Cómeme" Era lo único que estaba escrito en el cártel con una coqueta letra cursiva de color dorado. Ana bufó divertida ante aquella evidente referencia a Alicia en el País de las Maravillas y acercó su mano a la cesta para probar una de las galletas. Aún estaban tibias y tenían muy buen sabor; y al juzgar por su frescura, supuso que el supermercado estaba produciendo su propia línea de galletas caseras. Mientras saboreaba aquel pequeño manjar, notó que tanto el mantel como la base circular del soporte de aluminio que mantenía el cartel en posición vertical, estaban decoradas con águilas doradas y metálicas, respectivamente. Aquello no la distrajo en lo más mínimo; ya que el sabor de la galleta despertó su glotonería, y su cerebro por el momento estaba más concentrado en la cesta llena de galletas, que en el decorado o el nombre del fabricante de las mismas.

Quiso probar una segunda galleta. Extendió su mano hacia la cesta; pero al no encontrar a nadie que estuviera cuidando el stand, se sintió culpable por el abuso que iba a cometer y decidió continuar su camino, no sin antes mirar el cartel de color crema por última vez:

"Cómeme. Muestra gratis atrás"

Ana miró el cartel extrañada, porque le pareció que aquella frase no estaba presente la primera vez que leyó el cartel. Meneó la cabeza varias veces al caer en cuenta que eso era una ridiculez, y que probablemente no habia notado el mensaje completo debido al tamaño y al color de las letras. Decidió buscar las susodichas muestras gratuitas detrás del cartel y los arreglos florales; y encontró doce paquetes de quince centímetros de largo, colocados en fila uno sobre otro. Tomó uno para sí, y al no encontrar la etiqueta del precio pegadas a la envoltura, decidió llevarse el paquete con la idea de que si el producto no era gratis o estaba demasiado caro, lo dejaría en la caja registradora para comprarlo en otra oportunidad.



Y regresando al edificio abandonado (9:53 AM):

Las labores de construcción y reciclado de escombros que Shion asignó a través de Dohko estaban retrasadas; principalmente porque los implicados en las mismas no dejaban de ver con estupefacción, el gran orificio que dejó Aioros en la pared externa, cuando fue lanzado en contra del edificio por el dios Bóreas. En cualquier situación anterior a ésta, los daños a estructuras grandes como casas o edificios estarían dentro del rango de lo "normal" en la vida de un caballero. Pero lo que causaba tanto estupor en Kanon, Máscara Mortal, Afrodita, Saga, Camus, Aioria y hasta en el propio caballero de Sagitario, no era el orificio en sí mismo sino el hecho de que quien lo causara aún estaba con vida, a pesar de haber luchado sin ninguna protección y con un poder muy limitado.

Al cabo de unos largos y silenciosos minutos, los seis caballeros dorados giraron sus cabezas para mirar a Aioros y sus heridas: un brazo enyesado; varias quemaduras en el rostro y el cuerpo, por culpa del frío cosmos de Bóreas; y una gripe que no terminaba de desaparecer. Ese había sido el precio que pagó el caballero de Sagitario por haberse enfrentado a un dios. Insignificante, si se toma en cuenta los estándares de batalla de la Orden de Athena.

El adolescente les devolvió la mirada por unos instantes. Estaba muy avergonzado por los destrozos que causó sin querer, y sólo se limitó a decir unas pocas palabras, con el rostro rojo como un tomate y la cabeza gacha:

-Lo siento, no me dio tiempo de girar hacia otro lado. Dijo él dirigiéndose al grupo con voz nasal, debido a que tenía la naríz obstruída por la gripe.

-¡Hermanito!. Chilló Aioria antes de abrazarlo para alejar la espantosa idea de perderlo de nuevo.

-Mocoso, eres digno de mi admiración . Le dijo Máscara Mortal a Aioros, alzando su pulgar a modo de aprobación.

-Eres el mejor, hermanito -dijo Aioria orgulloso mientras le daba palmaditas en la cabeza a Aioros, quien sonreía avergonzado-. Ahora regresa a la cama, que la corriente de aire de este lugar está muy fría para tí.

-Pero quiero ayudarlos a reparar las paredes. Se quejó Aioros mientras era empujado por Aioria hacia la puerta principal.

-Aaaaww que tierno, el niño no quiere irse. Se burló Afrodita divertido.

Pero Afrodita se calló al instante cuando sintió que Saga lo miraba con los ojos entrecerrados.

Nadie notó esto salvo Aioros, pero el adolescente prefirió dejar pasar aquello para encontrar una manera de distraer a su hermano. Miró a Camus y a Kanon con ojos suplicantes, pero al darse cuenta de que esos dos no entendían su llamada de auxilio, señaló la pared externa y preguntó con tono inocente:

-¿Y que van a hacer con el agujero?. Preguntó él logrando que Aioria centrara su atención en los encargados de la reconstrucción de los apartamentos.

-Taparlo. Respondió Kanon con obviedad, sin molestarse en mirar la pared.

-¿Con qué?. Preguntó Máscara Mortal excéptico.

-¿Cómo que con qué?-preguntó Kanon ofendido-¡Sean creativos, señores! Aqui hay mucha materia prima que podemos reciclar ¡sólo miren a su alrededor! Tenemos madera, tela, concreto y mucha fuerza de voluntad.

Y el silencio que se produjo luego de esa respuesta, poco convincente y extrañamente optimista por parte de Kanon, fue interrumpido por el caballero de Acuario:

-¿Nunca has construído nada en tu vida, verdad?. Le preguntó Camus cruzando los brazos.

-¡Por supuesto que sí! Hice una casa para pájaros cuando era general Marino. Se defendió Kanon con behemencia, sin impresionar a nadie.

-¿Y para qué hiciste una casa de pájaros debajo del agua?. Preguntó Afrodita confundido, al darse cuenta de que habia algo extraño en aquella frase.

-Obviamente, para atrapar pinguinos. Respondió Kanon con tono obvio.

Pero nadie dijo nada, por lo que Kanon añadió:

-Eran una plaga.

Pero el silencio aún se mantenía.

-A Julián Solo le gustó. Concluyó el caballero de Géminis como último recurso.

-¡Arg!. Exclamó Saga sin ganas de seguir escuchando.

-Hurra. Dijo Camus sarcástico.

-Y este es el hombre que logró manipular a un dios y casi destruyó el mundo. Comentó Máscara Mortal señalando a Kanon con desdén.

-Ja ¿Y piensas usar tu fuerza de voluntad como amalgama?-preguntó Afrodita con tono burlón- Porque te recuerdo que no contamos con cemento u otro tipo de pegamento, que contribuya a la creación de nuestro bello y hermoso muro. Dijo él con tono sarcástico.

-Bueno, seria genial que uno de nosotros fuera a conseguir el cemento. Comentó Saga desde donde estaba, como si no le importara la cosa.

-¡Yo voy!. Dijo Aioros levantando la mano entusiasmado por la idea de salir del edificio.

-¿Todavía estás tosiendo?. Preguntó Aioria mirándolo con los ojos entrecerrados.

-Jeje...un poco. Respondió Aioros sonriendo de forma nerviosa.

-Entonces no irás a buscar el cemento. Dijo el caballero de Leo con tono autoritario.

-¡Oye, no es justo!¿¡Quién eres tú para decirme que puedo o no puedo hacer!?. Se quejó el adolescente agitando la frazada que llevaba encima.

-El jefe de la familia, y exijo respeto. Dijo Aioria con tono serio e inflando el pecho, haciendo que los demás reprimieran unas risitas.

-¡Oh vamos Aioria, el niño tiene razón!-interrumpió el caballeros de Piscis- No puedes decirle que puede hacer o no, principalmente porque ¡él debe hacerse responsable de sus actos! Y eso incluye el boquete en la pared y del gran charco de sangre que dejó en la esquina de allá. Dijo él señalando la gran mancha de color rojo oscuro que salpicaba gran parte de la esquina y las paredes.

-¿¡Qué charco de sangre!?. Preguntó el adolescente entre asustado y sorprendido, dispuesto a girar sobre sus talones para ver la sangre seca.

-¡Nonononono, no veas eso!-le dijo Aioria tapándole los ojos al muchacho para que no estuviera conciente de la magnitud del golpe que se había dado y se traumatizara- Mejor ve a cambiarte, Aioros. Iremos juntos a buscar el cemento que Kanon necesita -dijo él sacando a su hermano del apartamento de un empujón-...Te voy a matar maldito. Le susurró Aioria al caballero de Piscis antes de seguir a su hermano.



Minutos después, en la Avenida Urdaneta (10:27 AM):

Listas las compras del día, Ana se dirigió a la parada de autobús que se encontraba justo frente de la Plaza La Candelaria. El lugar estaba abarrotado de gente, que al igual que ella, no dejaban de mirar con fascinación la capa de hielo que cubría los árboles, el concreto, la estatua de Rafael Urdaneta y la fachada de la iglesia de la Candelaria, hasta el sol de hoy.

Ana se sintió tentada a cruzar la Avenida Urdaneta para darle un vistazo cercano a aquel fenómeno; que según algunos, era el resultado de un fallido ataque terrorista en la ciudad. Pero la idea de meterse entre tanta gente, cargando su cartera y sus bolsas de supermercado, a sabiendas que los ladrones estaban alborotados desde la tormenta, reprimió su deseo de visitar el nuevo "monumento natural" del centro de la ciudad.

La contínua llegada de curiosos a la zona empeoró el tráfico en la Avenida Urdaneta, por lo que Ana decidió probar un bocadillo para pasar el tiempo mientras esperaba la llegada del transporte público. Introdujo su mano en una de las bolsas plásticas y sacó el empaque gratuito de galletas que consiguió en el supermercado. Como pudo, lo abrió con cuidado y sacó un par de ellas, antes de guardar el paquete en su lugar. Con glotonería, Ana introdujo las dos galletas en su boca al mismo tiempo. Y mientras masticaba con ganas aquellas deliciosas chucherías, notó que un grupo pequeño de personas se separó de la gente que estaba agolpada en la plaza para cruzar la avenida, aprovechando que el tráfico de la misma era casi nulo.

Ana los miró rápidamente para ver si no habia nadie raro sospechoso que viniera en dirección a ella; y casi al instante se fijó en un asiático que esquivaba los automóviles y los motociclistas con torpeza. El tipo en sí ya era bastante desagradable a la vista, debido a su ropa mal combinada y su cabello castaño rojizo, que destacaba por su aspecto desgreñado y quemado en las puntas. Pero lo que realmente le incomodó, fue el hecho de que ese hombre discutía consigo mismo con tono molesto mientras caminaba por la acera donde ella estaba, como lo hacen usualmente los locos y drogadictos que vagaban por la capital:

-¡Estúpidos niñatos inmaduros! -refunfuñó el chino caminando con el rostro ceñudo y mirando al frente- Uno quiere hacer algo bueno por ellos, y te lo agradecen pidiendo jabones que no existen para vengarse ¿¡Qué rayos es la rosa mosqueta!?¿¡Y el cerúleo!?-dijo él indignado-¿¡Quién hace una barra de jabón de color azul cerúleo!?¡eso es ridículo! El jabón no tiene color, y todo el mundo lo sabe -se quejó él mientras se alejaba de Ana- ¡en mis tiempos, hacíamos los jabones de grasa de cabra y ceniza del primer árbol que veías! Y no le poníamos "olorcitos" ni "colorcitos" para mejorarlos...

Ana hubiera respirado aliviada de que ese "chino loco" se alejara de ella, si no fuera por el hecho de que le dio la impresión de que escuchó un monólogo en chino que pudo entender a la perfección. Cosa que era totalmente ridícula porque ella desconocía ese idioma.

Descartó aquel evento casual al instante, ya que la llegada de una buseta captó toda su atención. Ana se sentó en uno de los puestos que se ubicaban en la mitad del vehículo, y acomodó las bolsas sobre sus piernas para dejar un espacio libre en su asiento. Miró la plaza por última vez, antes de disponerse a sacar otro par de galletas en el camino, pero la buseta frenó repentinamente antes de que ella pudiera introducir su mano en la bolsa.

Ana levantó su cabeza en dirección al asiento del chófer cuando escuchó los insultos de éste: al parecer, alguién se atravesó delante de la buseta cuando ésta se disponía arrancar; lo que provocó que el conductor descargara el estrés que habia acumulado en todo el día contra el pobre idiota. Luego de eso, dos jóvenes extranjeros entraron a la buseta con agilidad mientras ésta se ponía en movimiento nuevamente.

Tanto Ana como el resto de las personas que se encontraban en ella, miraron con discreción las heridas que tenía el más joven de los dos en el rostro y en sus extremidades superiores. El mayor notó esto, y con el ceño fruncido, colocó su mano sobre el hombro derecho del menor para guiarlo hacia los asientos vacíos que estaban justo detrás de Ana. Ella aprovechó el momento para sacar tres galletas de su empaque. Y cuando comenzó a comer la primera mientras veía las calles moverse a través de la ventanilla, escuchó que los dos extranjeron comenzaron a hablar:

-¿Y donde vamos a comprar el cemento?. Preguntó Aioros antes de toser.

-Hacia el oeste, por ahi vi unos cuantos sacos en un gran patio la noche que hice la ronda. Contestó Aioria sin ganas de admitir que no tenía ni la menor idea de donde se compraba cemento en la ciudad.

Un momento...¿acaso ella pudo entender lo que aquellos dos acababan de decir?.

-Ajá ¿Tienes algo más concreto además de la descripción de un patio lleno de sacos?. Preguntó Aioros con suspicacia.

¡Pero eso era imposible! Ella no sabia otros idiomas salvo del inglés técnico que aprendió a los golpes en su facultad ¡Ni siquiera sabía que era! Sólo escuchaba algo así como un skurukupatus skururulara, y aún así entendía el idioma a la perfección. Adjudicó aquello a una baja de azúcar provocada por la nueva dieta que estaba probando; y nerviosa, tomó las dos galletas que tenía en su mano y las introdujo en su boca a la vez:

-Hermanito, debes aprender a confiar en mí que soy adulto; y como tal, tengo un excelente sentido de orientación. Dijo Aioria poniendo la voz más gruesa para impresionar a su hermano.

-También las palomas y no me ves pidiéndoles direcciones. Dijo el muchacho excéptico.

-Tienes que aprender a confiar en mi Aioros-dijo Aioria mirando a Aioros como el chico que era-; recuerda que ahora que soy mayor que tú, pasé a ser el nuevo jefe de nuestra familia.

-¡Otra vez con eso!¿Jefe de familia?¿Tú?-preguntó Aioris ofendido-Yo nací primero, y aunque no te guste Aioria, sigues siendo mi responsabilidad por muy grande y barbudo que seas-dijo él mirando al caballero de Leo de arriba a bajo-¡Así lo quiso nuestro padre en su lecho de muerte, y así será!.

-Jajaja tienes razón hermanito, nuestro padre te confió mi cuidado cuando era más pequeño-dijo Aioria divertido, sobándose la barbilla para comprobar si ese comentario salió porque quedó mal afeitado-. Pero como vez, soy un hombre adulto y responsable que está felíz de ver nuevamente a su hermano mayor, sano (en lo que cabe) -comentó Aioria mirando de soslayo las heridas y el brazo fracturado de su hermano- y con vida; y que además desea saldar su deuda con él, cuidándolo de la misma forma como su querido hermano mayor lo hizo cuando era un chico. Dijo él acariciando la cabeza de Aioros con suavidad.

-Hmm... no me convence tu argumento, yo sigo siendo el mayor. Refunfuñó Aioros enternecido por aquel discurso de "yo te quiero Big bro".

Sin embargo, tanto Aioria como Aioros se sobresaltaron al ver a una mujer pelirroja levantándose de golpe de su asiento, y salir disparada de la buseta con el rostro pálido, como si hubiera visto un fantasma por la ventanilla. Los hermanos se miraron extrañados por unos momentos, y al no ver y ni sentir nada amenazante dentro del vehículo, continuaron con su discusión acerca de quien era quien dentro de la jerarquía familiar, mientras eran llevados hacia un destino desconocido del oeste de Caracas.



Y regresando al edificio abandonado, específicamente al piso tres (11: 44 AM):

-Les agradezco que me hayan ayudado a subir las escaleras -dijo Shura sentado en una silla de madera que Máscara Mortal usó para subirlo a uno de los apartamentos del tercer piso-¿pero están seguros de que no sirve? Digo, es una columna, y si está ahi es por algo. Dijo él mirando con desconfianza una columna que quedó fragmentada luego del ataque de Bóreas.

-Mira hacia arriba Shura. Le ordenó Afrodita con los brazos cruzados.

-Ajá. Dijo el caballero de Capricornio obedeciendolo.

-¿Estás viendo el techo?. Preguntó Afrodita mirando a Shura.

-Sí. Respondió Shura con obviedad.

-¿Se está derrumbando?. Le preguntó Afrodita con tono exhasperado.

-No. Respondió Shura sin quitarle los ojos al techo.

-¡Entonces la columna no sirve para nada!-exclamó él con el mismo tono-¡mírala! Ni siquiera está tocado el piso -dijo Afrodita señalando el agujero que separaba la columna del piso- ¿De verdad crees que la integridad de esta pocilga depende de esa columna? No lo creo ¿y tú, Máscara?¿qué piensas al respecto?.

-¿Ah?¿Qué dijiste?. Dijo el caballero de Cáncer distraído, ya que estaba pasando una mano por el orificio de la columna.

-Pregunté si creías que el edificio se iba a venir encima si quitábamos esta columna.

-Lo dudo, si este lugar aguantó el ataque de un dios, puede sobrevivir con una columna menos. Dijo el caballero de Cáncer, apoyando las palabras de Afrodita.

-¿Ves? Máscara Mortal piensa lo mismo que yo -dijo Afrodita sonriendo y encogiéndose de hombros-. Ahora cárgate de valor y corta la columna en cubitos con tu Excálibur.

-¿En cubos?-preguntó Shura confundido-Pensé que querían sacar ladrillos de la columna.

-Sí, y eso es lo que vas a hacer. Dijo el caballero de Cáncer con tono obvio.

-Pero los ladrillos no son cúbicos -dijo Shura confundido-, sino más bien son paralelepípedos.

-Sí como sea, Sabiondo -dijo Máscara Mortal con desdén, ya que le chocaba que usaran esa jerga geométrica con él-; sólo haz tu trabajo.

-Muy bien -gruño Shura deseando dar por terminada ésta estúpida conversación e irse a descansar a su recámara-, pero me lavo las manos si algo le llega a ocurrir al edificio.

Y usando tan sólo una mínima parte de su cosmos, Shura cortó la columna desde su silla, tal y como se lo pidieron Máscara Mortal y Afrodita.



Minetras tanto, en el segundo piso (1:30 PM):

Shaka entró a la sala del apartamento 2-A atraído por el ruído que provenía de éste, y encontró a Milo sentado en el piso, frente a un televisor que sobrevivió al ataque que ocurrió la semana pasada. Se acercó a él en silencio, escuchando con atención la conversación que mantenían los personajes de una telenovela que apenas era visible debido a la mala calidad de la señal. Cuando se detuvo justo al lado de Milo, el caballero de Virgo se dirigió a él con tono respetuoso:

-¿Qué estás haciendo, Milo de Escorpio?. Preguntó Shaka con los ojos cerrados, y pendiente de los sonidos que provenían de la televisión.

-Estoy viendo al tipo de la tele. Respondió Milo mirando la pantalla con fastidio.

-¿A cuál?. Preguntó Shaka escuchando dos voces masculinas provenientes del televisor.

-Al que tiene el pelo corto y la cicatríz en la naríz -contestó Milo señalando al protagonista de la telenovela con un dedo-. No lo sé, pero me recuerda a alguien que conocí en el pasado, aunque no estoy seguro de quien ¿Tú que opinas Shaka?.

-Hmm... no lo sé, no recuerdo haber conocido a nadie con esas características. Respondió Shaka pensativo.

-Yo tampoco, pero tengo la sensación que he visto a ese tipo en algún lado. Comentó Milo con el mismo tono.

-Eso me parece improbable, si consideramos el hecho de que estuvimos muertos por más de veinte años, Milo de Escorpio. Comentó Shaka haciendo que Milo lo mirara de mala gana por unos segundos.

-No tenías porque mencionar lo de las dos décadas, Shaka de Virgo. Dijo Milo remedando el tono de voz de Shaka.

-¿Por qué lo dices?. Preguntó Shaka esbozando una leve sonrisa.

-Es que es desagradable recordar que ha pasado tanto tiempo desde que...-y Milo hizo una breve pausa antes de continuar- morimos.

-¿Y que és lo que te tiene mal, Milo de Escorpio?¿la idea de haber muerto o el hecho de que ha pasado tanto tiempo desde nuestro fallecimiento?. Preguntó Shaka mientras se sentaba al lado del caballero de Escorpio.

-Lo segundo -contestó Milo serio-. No dejo de pensar en el Santuario y en Athena desde que regresé a la vida, sobretodo porque no he podido sentir su cosmos desde hace algunas semanas ¿Qué habrá ocurrido?¿Acaso el Santuario fue víctima de algún tipo de ataque?. Dijo Milo preocupado.

-No lo sé, pero no podemos averiguarlo hasta que descubramos quien está detrás de nuestra resurrección. Dijo Shaka serio.

-Pues no lo vamos a averiguar permaneciendo en este basurero que se hace llamar ciudad. Dijo Milo molesto por la respuesta de Shaka, al tanto que se levantaba del piso.

-Entiendo que tú también estes molesto con la desición del Gran Maestro Shion, Milo de Escorpio -dijo Shaka tranquilo, siguiendo a Milo con la cabeza como si tuviera los ojos abiertos-. Pero debes entender, que ninguno de nosotros puede pisar el suelo sagrado del Santuario, por el simple hecho de que nuestra existencia ya representa un peligro para Nuestra Señora. Si no podemos sentir su cosmos es por algo, pero confiemos de que la generación de caballeros y amazonas que vinieron luego de nosotros, están cumpliendo con su deber, tal y como nosotros lo estamos haciendo en estos momentos.

-Sí claro, como digas Shaka. Comentó Milo molesto antes de cruzar la puerta principal del apartamento.
Y este es el segundo capítulo de "Ana y los Catorce Caballeros".

Espero que les guste.
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